JUAN
COLETTI
*
DEL
AUTOR AL LECTOR
A menudo escucho la pregunta, ¿por qué
escribe libros para niños?, y mi respuesta es simple y directa: porque los amo
y no me resulta difícil comunicarme con ellos.
Soy el mayor de once hermanos de una
humilde familia de campesinos. Pasé mi infancia y adolescencia colaborando con
mi padre en la ruda faena de trabajar la viña en mi Mendoza natal. También,
como es justo, ayudaba a mi madre en las tareas de la casa: hacer las compras,
amasar el pan, cuidar y alimentar a mis hermanitos.
De esa experiencia obtuve una manera
de observar el mundo y comprender a la gente, y creo que parte de esos años están retratados
en mi libro LA GRANJA DEL ABUELO MATIAS, una
fábula de amor y sacrificio escrita con la apasionante técnica de la novela.
También escribo libros para adultos,
pero ese es otro tema. Si escribo libros infantiles es porque intento responder
al desafío de los chicos: ellos son muy críticos y exigentes con el escritor.
Quieren lo mejor para sus horas de lectura. No les agrada usar su tiempo
leyendo tonterías. En eso pensaba yo mientras escribía LA NIÑA QUE NO QUERÍA SER BRUJA. Hay abundantes temas y personajes
en esa mágica historia de redención. Aunque la novela se refiera a un extraño mundo de magos y hechiceras que
habitan en las Sierras Grandes, todo lo que allí acontece es parecido,
increíblemente, a la vida real. Por eso Ana Luz, su personaje central sabe,
como cualquier niño de su edad, que aún los sueños más fantásticos pueden ser
superados por la realidad.
Escribo libros para niños y jóvenes
por diferentes razones. Una de ella debe estar inspirada, sin duda, en el
oculto deseo de ser héroes, de convertirnos en protagonistas de una historia
fabulosa. También yo fui un pequeño trabajador
como Lina, la heroína de este libro, y también como ella es posible que
alguna vez haya imaginado que podría salvar a mi numerosa familia de los
peligros naturales, de algún oculto enemigo. Todos, cada uno de nosotros, en
algún momento de nuestras vidas, intentamos ser mejores a nosotros mismos. A
veces lloramos, otras reímos, pero siempre existe la oportunidad de comenzar
una nueva y sorprendente aventura.
Finalmente, quiero decirles que cuando
escribo para ustedes no es el hombre adulto quien lo hace sino el niño que
alguna vez fui y que conservo intacto en mi corazón. Entonces, no es éste un
libro de un grande para niños; es más bien el libro escrito por un niño para
otro niño. De igual a igual, sin ninguna diferencia.
*
1
DESPIERTEN A LINA
Hacía apenas un momento el sol había
asomado su enorme rueda de luz sobre el horizonte. Sus rayos comenzaban a
calentar los multicolores pétalos de las flores silvestres que aparecían, aquí
y allá, sobre un extenso valle, al pie de las Sierras de Calamuchita.
De la Gran Colmena que estaba
construida entre dos gruesas ramas de un viejo carolino comenzaban a salir,
lentamente, las laboriosas abejas en busca del néctar y el polen para fabricar
su exquisita miel.
-¿Salieron ya todas las obreras?
–preguntó la Abeja Madre Reina a Cuca, una de sus Damas de Compañía, mientras
tomaba tranquilamente una taza de café en el Salón Dorado.
¡Oh!, Majestad, no sé cómo decirlo
–respondió Cuca.
-¿No sabés qué decir? ¿Qué significa
todo esto?
-Ocurre que Lina aún sigue durmiendo.
Ella es la única obrera que ha quedado en la Colmena.
-¿Durmiendo a estas horas de la mañana
cuando todas sus hermanas están trabajando? –gritó la Reina, enfurecida -. ¿Qué
es lo esa Lina pretende? ¿Hacer que me enferme de disgustos? Despiértenla y que
de inmediato se presente ante mí.
-Ya mismo, mi Señora –dijo Coca, la
otra Dama de Compañía-. No demoraré más que un instante.
Segundos después apareció Lina,
todavía medio dormida, y se arrodilló ante la Reina tratando de ocultar un
bostezo.
-Vamos –ordenó Cuca-, empezá a hablar.
¿Qué estás esperando?
-Le pido mil perdones, mi Señora, por
haberme quedado dormida. Lo hice sin darme cuenta, se lo juro.
Lina hizo una pequeña pausa para secar
las gruesas lágrimas que caían de sus enormes ojos.
-Continuá –gritó Coca-, la Reina,
nuestra Madre, no tiene tiempo que perder con tus mentiras.
-Por favor, créanme, soy tan débil y
pequeñita que me cuesta mucho esfuerzo volar y hacer mi trabajo diario.
-¡Basta! –, dijo la Reina-, no deseo
seguir escuchando tus justificaciones y lamentos. Sos una haragana y además una
mala hija. Partirás ahora mismo hacia el campo de alfalfa y traerás tu porción
de néctar. Si no lo hacés te castigaré severamente. ¿Has comprendido?
-Sí, Majestad.
-Además –continuó la Abeja Madre
Reina-, hasta que no demuestres tu amor por el trabajo te llamaremos Abeja Perezosa. Para que todos se rían
de vos y aprendas la lección que quiero darte.
Coca y Cuca, las damas de compañía que
estaban detrás de la Reina, se miraban entre sí y cambiaban bromas en voz baja.
-¡Oh!, mi Soberana, mi amada Reina
–dijo Lina sollozando-. Haré todo cuanto pueda para ser digna de usted, se lo
prometo.
-Está bien, está bien… Basta de
palabras y a trabajar, que se me enfría el desayuno.
*
2
VISITA
AL MÉDICO DEL BOSQUE
-Lina
puso en funcionamiento sus alitas orientándose hacia los verdes potreros de
alfalfa. Era pleno verano; por todo el valle se sentía la fragancia de las
flores y se escuchaba el zumbido de miles y miles de obreras recolectoras.
Después
de haber volado un buen trecho, Lina se sintió fatigada y descendió sobre la
flor de un girasol.
-¡Hola!
-, dijo Rina, la Mariposa Juguetona, aproximándose y haciendo en el aire
divertidas piruetas-. ¿Cómo está mi pequeña amiga? Me parece que hoy se te
pegaron los ojitos. ¿Eh?
-Buenos
días –contestó Lina, mirándola con una gran tristeza.
-Escuchame
un momento, mi querida. ¿Qué está pasando? Vamos, tenés que confiarme tus
problemas. ¿Acaso no somos como hermanas?
-Me
siento débil, Rina. Soy tan pequeña que no tengo fuerzas para vivir. Hace un
momento la Reina me dijo que me castigará severamente si no hago mi trabajo
como las otras abejas y no llevo a la Colmena una porción de néctar.
-Eso
no es justo, Lina. ¿Cómo no se da cuenta de que estás enferma? ¡Ella es tu
madre!
-Pero
tiene de consejeras a esas dos brujas de Coca y Cuca. Si vos supieras lo malas
que son. ¡Las odio!
-Dejame
que te ayude, mi adorada Lina. ¡Pero cómo no lo pensé antes! Ahora mismo iremos
a casa de Don Zito.
-¿Don
Zito? ¿Quién es?
-El Búho
Curandero. Él te recetará un tónico y otras medicinas para que te conviertas en
una abeja fuerte y laboriosa.
-¿Vos
lo conocés? ¿Estás segura de que es un buen doctor?
-El
mejor de este bosque. Sabe distinguir las yerbas medicinales buenas de las que
no lo son. Además, es muy generoso con la gente pobre como nosotras.
-Está
bien, confío en vos. ¿Por dónde iremos?
-Volaremos
sobre ese sendero que cruza el alfalfar hasta aquel eucaliptus que está al pie
del cerro más alto. ¿Lista?
-¡Vamos!
–gritó Lina y voló tras la Mariposa Juguetona.
Cuando
llegaron al nido de Don Zito tuvieron que esperar un largo rato pues el Búho
Curandero estaba atendiendo a una familia de abejorros.
Lina
se mostraba impaciente porque el día iba pasando y ella todavía no había
realizado su labor.
Un
momento después, dos enormes ojos asomaron por el hueco del árbol.
-Buenas
tardes. Pasen, pasen, pónganse cómodas. ¿Qué las trae por aquí? ¿Quién es la
enferma?
-Es
ella, mi amiga –dijo Rina-. Está muy débil y apenas puede volar. Ella dice que
está muy cansada.
-Bien
–dijo Don Zito, muy serio-, veremos qué le pasa… A ver esos ojos. Mové tus
patitas. Ahora las alas. Voy a tocarte la barriguita… ¡Hum! Esto no me gusta
nada.
-¿Estoy
muy enferma, doctor? ¿Cree usted que podré sanarme, o moriré?
-¡Oh!,
no es tan grave, señorita Lina. Sin embargo, será necesario que hagas un tratamiento.
Te daré este frasquito que contiene un tónico aromático, más que delicioso,
hecho con hojas de laurel y cedrón. Tomá todos los días tres gotas por vez,
tres veces al día.
-¿Tres
veces por día tres gotas por vez?
-Así
es. Ya verás cómo te pondrás muy fuerte.
Nadie podrá ganarte en eso de recolectar polen y néctar.
-Le
estoy muy agradecida, Don Zito. Apenas me reponga le traeré una torta de miel y
nueces que yo misma sé preparar. Soy una buena cocinera, ¿verdad, Rina?
-De
las mejores ene todo el Valle de Calamuchita.
-Eso
me parece justo –dijo el Búho Curandero-, porque nadie ignora que vivo gracias
a lo que me traen mis pacientes.
-Gracias,
Don Zito.
-Si
tenés algún problema, no dejés de venir a verme, a cualquier hora.
-Hasta
pronto.
-El
médico del bosque las vio partir y acomodando su monóculo entró muy orondo a su
consultorio en el hueco del árbol.
*
3
LOS
MALVADOS SE REUNEN
Lina
y Rina regresaron al campo de alfalfa. Vieron que había una multitud de abejas
trabajando, pero otras ya volvían rumbo a la Colmena con su preciosa carga.
Desesperada,
Lina comenzó a revisar una por una las flores que iba encontrando a su paso,
pero ya estaban todas completamente vacías.
Rina,
la Mariposa Juguetona, volaba también rápidamente de un lugar a otro procurando
localizar alguna flor que contuviera algo para cosechar. Pero, por más que se esforzaba, no pudo
encontrar una sola gotita de nada.
Las
otras abejas se habían apoderado de las plantas en flor y no permitían que Lina
se acercara. Parecía que todas estaban enojadas con ella.
-Si
querés tu parte –dijo una de las abejas-, levantate temprano, dormilona.
-Es
verdad –opinó otra de las obreras-, a estas horas del día no encontrarás nada
porque ya lo recogimos todo. ¿Entendiste? ¡Todo! ¡Ja, ja, ja!
-Y
además –vociferó otra de las cosechadoras- nosotras trabajamos de sol a sol y
no andamos por ahí perdiendo el tiempo con esas señoritas mariposas que lo
único que saben hacer es divertirse.
Faltaban
pocos minutos para que el sol se ocultara tras las sierras. Rina y Lina
continuaron volando de un lado a otro hasta quedar agotadas y no se dieron
cuenta de que, poco a poco, empezaba a llegar la oscuridad de la noche.
Lina
se puso a llorar. No había manera de consolarla.
-¡Pero
qué hice yo para ser tan desdichada! Soy chiquita, estoy enferma, y encima de
todo la Reina me castigará por no haber realizado mi trabajo. ¿Qué haré? ¿Qué
haré?
-No
debes regresar a tu casa a estas horas, Lina. Ya es casi de noche y podrías
extraviarte.
-¡Y
tengo tanto miedo a la oscuridad!
-Se
me ocurre una idea –dijo Rina-. Te invito a que esta noche duermas en mi casa y
mañana muy temprano, antes de que lleguen tus hermanas, iremos al campo y harás
una rica cosecha en pocas horas. ¿Qué te parece mi propuesta?
-Gracias,
Rina, sos tan buena conmigo que no sé
qué decirte.
-Entonces,
¡volemos a casita!
Ambas
amigas llegaron rápidamente a un lugar del bosque donde Rina tenía su
escondite. Por un pequeño hueco perforado por los abejorros carpinteros,
penetraron al interior de un árbol seco.
Cenaron,
charlaron un rato y en el momento en que se disponían a dormir, un extraño
ruido, al pie del árbol, las sobresaltó.
-¿Escuchaste
esos sonidos? ¿Qué será?
La
Mariposa Juguetona observó por la ventanilla de su escondite y vio un extraño
grupo reunido allá, abajo, casi oculto en la maleza.
Lina
también se aproximó, tratando de no hacer ruido. Las dos se quedaron quietas
tratando de escuchar lo que aquellos raros personajes decían.
Al
observar un poco más atentamente, Lina casi pegó un grito de espanto.
-¿Qué
pasa? ¿Por qué ese miedo? – Susurró Rina.
-Mirá
quiénes están allí reunidos.
-¿Quiénes?
-Esos
son nuestros peores enemigos: Kato, don Mariposa Negra; Keto, el Mosquito
Chiflado; Kito, el Hormiga Roja; Koto, el Sapo Glotón; y Kuto, el Murciélago
Loco.
-¡Qué
espanto! ¿Qué estarán tramando?
-Shss…
Hagamos silencio y escuchemos.
-¡Je,
je, je! No quedará una sola con vida. Destruiremos la Colmena y las mataremos a
todas- gritaba Koto, el Sapo Glotón.
-Bien
dicho, eso me gusta, amigo. Tiene usted grandes ideas en su horrible cabezota – decía
riéndose el Murciélago Loco mientras limpiaba con una espina sus afilados
dientes.
-Somos
invencibles… Somos invencibles… Somos invencibles –repetía una y otra vez el
Mosquito Chiflado.
-Basta,
Keto –le ordenó Kito, el Hormiga Roja-, ya estamos cansados de oírte decir
tantas pavadas.
-Orden,
orden –rechinó Kuto mostrando su horrible figura y haciendo vibrar sus alas
peludas-. Yo soy el Jefe, el que dispone lo que debemos hacer. Si alguno de
ustedes no está de acuerdo, que lo diga ahora mismo,
-Está
bien, está bien –exclamaron los demás a coro-. Vos sos el Jefe, quedate
tranquilo.
-Entonces
escuchen lo que voy a decir porque no pienso repetir una sola palabra.
*
4
PLAN
DE ATAQUE
Lina
y Rina, abrazadas, habían quedado paralizadas de terror y no sabían qué hacer
en ese momento. Volvió a escucharse en medio de la oscuridad la voz chillona de
Kuto.
-El
ataque será por sorpresa a la medianoche. Aprovecharemos que a esa hora las
abejas duermen, para entrar y destruir la Colmena pedazo a pedazo.
-¿Qué
haremos con la Reina y con las jóvenes Princesas que están por nacer? –preguntó
Koto.
-De
eso me encargaré yo –dijo riendo burlonamente el Murciélago Loco-. Será una
fiesta para mis dientes devorar a la orgullosa Reina y a toda su cría. ¡Ja, ja,
ja!
La
Mariposa Juguetona y la Abejita Perezosa no podían creer lo que estaban
escuchando.
-¡Oh!,
qué malvados son. No permitiré que dañen a mi Reina. Ella es mi madre, y tengo
miles y miles de hermanas. Tenés que ayudarme, Rina, te lo ruego.
-Pero
todo está tan oscuro que será muy difícil llegar sin peligro hasta la Colmena.
-Si
supiéramos cómo hacer para avisarles.
Mientras
tanto, allá abajo, proseguía la reunión de malvados.
-Todo
está listo, mis amigos –Chillaba Kuto-, pero como todavía faltan algunas horas
aprovecharemos para comer algo y beber un poco de este licor que he robado en
la farmacia de ese pobre idiota de Don Zito.
-¿De
qué se trata? –preguntó Kito.
-Es
un remedio, pero para mí es un licor exquisito. Vamos, muchachos, prueben un poco de esta maravilla, así tendrán más
valor para luchar contra las abejas.
-Está
bien, tomaré un trago –dijo Kato.
-Yo
también quiero beber –pidió Koto-. ¡Dame ese frasco!
Unos
pisos más arriba, las dos amigas permanecían mudas pensando en cómo hacer para
avisar a la Reina.
-¡Qué
buena idea! –Exclamó de pronto Rina, en voz baja-. Tres pisos encima del
nuestro, en este mismo árbol, vive Tina, la Luciérnaga Parlanchina. Iremos a
despertarla para que nos guíe con su luz.
-De
acuerdo. Pero subamos con cuidado; si Kuto nos llega a sorprender nos devorará
de un solo bocado.
Llegaron
al lugar donde vivía Tina y llamaron suavemente.
-Tac,
tac.
-¿Quién
llama a estas horas?
-Shss…
Tina, despertá. Te necesitamos con urgencia.
-¿Quiénes
son ustedes? ¿Qué desean?
-Soy
Rina, tu vecino de abajo. ¿No te acordás de mí?
-Por
supuesto, peroname, no te había reconocido. ¿Y esa abeja, cómo se llama y qué
hace aquí?
-Es
Lina, una gran amiga mía. Estamos en un apuro terrible. Necesitamos que nos
ayudes ahora mismo. No podrás decir que no.
-Está
bien, ya voy –contestó la Luciérnaga Parlanchina-. Siempre pasa lo mismo con la
gente. Soy la única que tiene luz propia en este bosque y cada vez que hay una
urgencia, ¡zás!, a llamar a Tina.
-Cuidado
–le advirtió Rina-, apagará tu linterna que estamos en grave peligro.
-Pasen
a mi alcoba –dijo Tina-, allí podremos conversar sin ser escuchadas.
*
5
¡DEBEMOS
AVISAR A LA REINA!
Lina
y Rina contaron a Tina lo que habían escuchado unos momentos antes y le
pidieron que las auxiliara para tratar
de informar a la Abeja Madre Reina sobre el peligro que corría la Colmena si
Kuto, el Murciélago Loco, y sus malvados compinches atacaban aquella misma
noche.
-Está
bien –habló al fin la Luciérnaga Parlanchina-, las apoyaré porque esos cinco
delincuentes son también mis mortales enemigos. Si las ayudo a destruirlos me
sentiré satisfecha. Pero tengan en cuenta una cosa, mis queridas amigas: si
Kuto nos descubre, nos apresará y ¿saben lo que hará con nosotras?
-No
–dijo Lina, temblando de miedo.
-Primero
nos conducirá prisioneras y en presencia de sus sucios amigotes nos torturará
hasta hacernos gritar de dolor. Después, de un solo bocado, nos comerá vivas.
¿Continúan dispuestas a viajar en la oscuridad?
-Es
mi obligación –exclamó Lina-. Se trata de mi propia madre y de mis hermanas.
-Yo
lo hago porque soy amiga íntima de Lina. No la abandonaré por ningún motivo
–dijo Rina mirando con cariño a la Abejita Perezosa.
-Y yo
–intervino Tina con una sonrisita burlona-, porque soy una tonta y siempre ando
ando metiéndome en líos.
-Entonces
no perdamos tiempo –dijo Rina-. Debemos partir ahora mismo.
-Esperen
un momento –murmuró Tina-. Trazaremos un plan para evitar que nos descubran. Yo
puedo volar largos trechos en plena oscuridad. Ustedes irán muy próximas a mí.
Cuando estemos a unos cien metros de
este lugar encenderé mi lámpara. ¿Entendido?
-De
acuerdo, pero aguarden un segundo.
-¿Qué
pasa ahora, Lina?
-Tomaré
tres gotas de mi tónico para tener fuerzas durante el viaje.
-Buena
idea, ahora vamos…
Un
momento después, bajo la luz de una luna menguante que se veía como un cuernito
de plata sobre el poniente, tres puntitos viajaban silenciosamente sobre la
copa de los árboles. Luego, de pronto,
Tina encendió la lámpara de su pancita y se dirigieron velozmente hacia la
Colmena.
Estaban
por descender sobre la terraza cuando las detuvo la voz potente de Nina, la
Jefa de las Amazonas, las abejas guardianas.
-¡Alto!
¡Deténganse! ¿Quiénes son ustedes y que desean a estas horas de la noche?
-Por
favor –gritó la Abeja Perezosa-, soy Lina. Es muy importante el mensaje que
traigo a nuestra Reina.
-¿Qué
clase de mensaje?
-La
Colmena será atacada de un momento a otro. Tenemos que avisar a nuestra familia
del peligro que corre.
-Tal
vez estés mintiendo –replicó Nina, ahora
rodeada de otras Amazonas dispuestas al ataque-. No estoy segura sobre si debo
avisar a la Reina o no. Esta no es una hora apropiada para despertarla.
-Por
favor, Nina. Soy tu hermana. Tenés que avisarle nuestra madre, te lo ruego.
A
causa de la discusión se despertó la Abeja Madre Reina que apareció seguida por
Coca y Cuca, cubierta con un salto de
cama adornado de poyas diminutas. Al ver a Lina se enfureció y empezó a
gritar:
-¡Desvergonzada!
¿Qué haces a estas horas alborotando a todo el mundo? ¿Esta es la hora de
regresar a casa? ¿Olvidaste mi amenaza de que te castigaría severamente si no
hacías tu trabajo? ¿Quiénes son esas dos que te acompañan?
*
6
LOS
VENGADORES
Lina
se aproximó a la Reina. Se arrodilló ante ella, rozándola cariñosamente con sus
antenitas para demostrarle cuánto la quería. Pero su Majestad se mantenía de
pie, orgullosa y enojada.
-Mi
Señora, querida Madre –dijo Lina sollozando-, tenemos poco tiempo.
-¿Poco
tiempo? ¿Qué significan esas palabras?
-Sólo
le pido que me escuche un momento. Voy a contarle brevemente lo que hoy me ha
sucedido.
-Está
bien, voy a escucharte y después decidiré lo que voy a hacer con vos.
-Esta
mañana, como usted bien lo sabe, me sentía muy enferma. Gracias a mi amiga Rina
pude llegar hasta el consultorio de Don Zito, el Búho Curandero. Él me obsequió
un tónico y luego, como se hizo tarde, me quedé a dormir en casa de Rina.
-¡Muy
bonito! –, gritó la Reina-. ¡Ya arreglaremos cuentas! Continuá hablando.
-Fue
entonces que escuchamos a Kuto, el Murciélago Loco y su pandilla planeando
atacar nuestra Colmena y destruirla.
-¿Dijiste
Kuto? –preguntó la Reina, sorprendida al oír el nombre de su peor enemigo.
-Sí,
mi Señora y estaban también el Sapo Glotón y el Hormiga Roja.
-Y
el Mosquito Chiflado y don Mariposa Negra –completó Rina-. Por favor, querida
Señora, debe creer en la palabra de Lina. Le juro que no está mintiendo.
-No
la siga escuchando –susurró Coca al oído de la Reina.
-Son
unas mentirosas –agregó Cuca.
-¿Usted
cree –protestó Tina, la Luciérnaga Parlanchina-, que yo acabo de arriesgar mi
vida sólo por hacerle una broma? ¿Sabe lo que nos habría sucedido si Kuto nos hubiera sorprendido a las
tres durante el vuelo?
-Está
bien –dijo la Reina, serenándose-, me han convencido, de modo que organizaré la
defensa de mi ciudad. ¿Dónde está Nina?
-Aquí,
estoy, Soberana, a sus órdenes.
-Prepará
de inmediato tu ejército de Amazonas. Que estén listas para morir en defensa de
su hermandad.
-Un
momento, un momento –advirtió Rina-; con ellas, con sus guerreras, no será suficiente. El Murciélago Loco es
enorme y tiene una fuerza descomunal.
Hará pedazos a la Colmena con sus garras y dientes antes de que puedan
detenerlo.
-Si
tenés un plan mejor que el mío –propuso la Reina-, tenés la obligación de decírmelo.
¿Cuál es tu idea?
-¿Sabe
quién es el Capitán Lito? ¿Le sugiere algo ese nombre?
-Sí,
alguna vez oí hablar de ese tal Lito y de su Escuadrón de Mosquitos Vengadores,
pero jamás he tratado con él.
-Lito
es el único que podría vencer a Kuto, siempre que tengamos la suerte de
encontrarlo a tiempo.
-El
medio más rápido es pedir auxilio –intervino Tina, la Luciérnaga Parlanchina-.
Probaré con la poderosa luz de mi pancita.
-No
demores –suplicó Lina-, ya es casi medianoche. Esos monstruos deben estar aproximándose.
Tina
subió a lo más alto del carolino y desde allí comenzó a hacer señales en código
que decían lo siguiente:
-S.O.S. Colmena en peligro. Auxilio Capitán
Lito. S.O.S. Reina pide ayuda. S.O.S…
Mientras
esperaban en completo silencio, las valientes Amazonas rodearon a la Reina
dispuestas a defenderla con sus propias vidas.
Fue
entonces que se escuchó el zumbido de miles y miles de mosquitos que viajaban
en la oscuridad. A su frente, como siempre, venía su capitán, el Mosquito Lito.
Se posaron sobre una rama, en perfecta formación, haciendo tronar el motor
estridente de sus alas.
-Nos
encontrábamos muy próximos a este lugar haciendo un ejercicio nocturno de
combate cuando divisamos las señales -dijo el Capitán de los mosquitos-. ¿Qué
está sucediendo por aquí?
*
7
DEFENDER
LA CIUDAD DE LA MIEL
La
Reina se aproximó al Capitán Lito, con paso orgulloso mientras éste la saludaba
militarmente.
-Majestad,
estoy más que honrado por esta invitación. Los enemigos de mis amigos son mis
enemigos. Ese Kuto nos pagará todos los crímenes que ha cometido contra la
gente de mi especie. Como usted puede comprobarlo con sus propios ojos, poseo
una milicia perfectamente adiestrada para luchar. Cada uno de mis soldados
tiene preparado el veneno y lista su lanceta para atacar a quien sea apenas yo
dé la orden.
-Gracias,
Capitán, en nombre de mi numerosa familia. Tengo en mi Colmena más de sesenta
mil hijas y cuatrocientos hijos que, aunque zánganos, también amo. Soy la Reina
a la que todos obedecen pero soy, al mismo tiempo, la Madre amorosa que los
protege de todos los peligros.
-Entiendo,
Majestad. Sus palabras, llenas de sabiduría, me han emocionado –dijo el Capitán
Lito.
-Bien
– concluyó la Reina-, cuando el peligro haya pasado tomaré algunas decisiones
muy importantes, especialmente en lo que se refiere a Lina.
Rina
y Lina se miraron, sorprendidas, porque no entendían lo que la Reina había
querido decir.
Se
unieron a la comunidad de abejas e ingresaron a la Colmena por un pasadizo
secreto que las Abejas Arquitectas habían construido para situaciones como la
que estaban viviendo.
La
posición de la Luna en el cielo y el canto distante de algunos gallos en las
granjas vecinas, indicó que se aproximaba la hora de la medianoche.
La
Reina había ordenado sellar las Cámaras que guardaban el sueño de las Princesas
y los almacenes con sus ricos tesoros de miel.
Las
entradas y salidas fueron cerradas con cera por el laborioso grupo de abejas
constructoras. Luego todo quedó envuelto en un misterioso silencio.
*
8
¡MUERAN
LOS ENEMIGOS DE LA REINA!
Todo estaba
quieto. Sólo se escuchaba el silbido del viento rozando las ramas de los
árboles del bosque.
Por
un pequeño visor, el Capitán Lito
trataba de localizar la llegada de Kuto y sus compinches. Oculto en pequeños
grupos, en distintos lugares, el Escuadrón de Mosquitos Vengadores aguardaba impaciente la orden de ataque. Esa
orden no sería otra que una repentina señal luminosa que haría Tina en el
momento apropiado.
De
pronto se escuchó un murmullo de voces que se aproximaba. Miles y miles de
abejas apretadas en racimos se estremecieron de espanto. Pero, al ver a la
Reina llena de valor junto al Capitán Lito, el miedo se transformó en orgullo y
amor por su Gran Madre.
La
voz áspera de Koto, el Sapo Glotón, retumbó en la noche:
-Muy
bien, muchachos, aquí está nuestro tesoro.
-Como
les había prometido –dijo Kuto con terribles chillidos-, esta noche será
inolvidable porque nadie, que yo sepa, ha matado en una sola jornada, más de
sesenta mil abejas. ¿Qué les parece?
-Genial,
genial, genial…-repetía Keto, el Mosquito Chiflado.
-Callate,
estúpido –murmuró don Mariposa Negra-, si llegan a descubrirnos por tu culpa te
mataré.
-Te
mataré, te mataré, te mataré…-repetía Keto.
-Shss…,
¡basta de riñas! –casi gritó Kuto, enfurecido-. Estén preparados, Cuando yo
vuele hacia la Colmena abriré un boquete en una de las paredes. Entonces,
ustedes entrarán, y a partir de ese momento hagan lo que quieran. Coman, maten,
destruyan…
-Les
aseguro que me daré un banquete –exclamó Koto, relamiéndose.
-Pero
a la Reina y a las Princesas que nadie las toque, porque esos deliciosos
bocadillos serán para mí. ¡Ja, ja, ja!
El
Murciélago Loco no había terminado de pronunciar su última palabra cuando,
imprevistamente, se encendió en lo alto de la Colmena la señal luminosa de
Tina.
-¡Nos…
han… descu…descubierto! –tartamudeó el Sapo Glotón, paralizado por el terror.
De
inmediato miles y miles de mosquitos se
abalanzaron sobre los criminales y en un instante Kato, Keto, Kito, Koto y Kuto
quedaron tirados sobre el pasto, atravesados por dolorosos aguijones
envenenados. Saltaron, gritaron, se retorcieron de miedo y dolor, hasta que al
fin fueron muriéndose, uno tras otro.
A una
orden de la Reina se abrió la puerta principal de la Colmena. Varios cientos de
Abejas Sepultureras condujeron los
cadáveres a un oscuro lugar del bosque y los enterraron.
-¡Victoria,
victoria! –Gritó la Reina, emocionada-
Hemos salvado a nuestra familia y destruido a nuestros enemigos.
Gracias, Capitán Lito, por su inteligencia y por su Escuadrón de Milicianos.
Gracias, Rina, por ser fiel en la amistad. Gracias, Tina, por arriesgar tu
vida. En cuanto a vos, Lina, mañana temprano hablaremos muy seriamente. Tengo
buena memoria, querida hija.
Diciendo
esto, la Abeja Madre Reina se dirigió hacia sus aposentos seguidas por sus
Damas de Compañía, Coca y Cuca, que miraban a Lina despreciativamente.
*
9
LA
REINA HACE JUSTICIA
Por
la mañana, todo el mundo se levantó más temprano que de costumbre. Cada abeja,
según la tarea que debía realizar, colaboraba para que todo estuviera en orden.
La Reina había dispuesto que daría una conferencia para toda la Comunidad a la
salida del sol.
Cuando
llegó el momento, apareció la Gran Madre vestida con una fina tela transparente
de color dorado, y ubicándose justo en medio de su numerosa familia, llamó a
silencio.
-Que
Lina se presente de inmediato a mi presencia.
-Aquí
estoy, Majestad –dijo la Abejita Perezosa, acercándose muerta de miedo.
-Anuncio
solemnemente, como Madre y Reina de esta Colmena, que haré justicia en
presencia de todos.
Lina,
con sus ojos llenos de lágrimas se arrodilló ante la Soberana, mientras ésta
proseguía su discurso.
-No
crean ustedes que ser Reina de un pueblo numeroso como el nuestro es cosa fácil.
Tengo sesenta mil hijas honestas y laboriosas, y casi cuatrocientos hijos
grandulones y zánganos que jamás trabajan. Debo pensar por cada uno de ustedes
y ser justa con todos.
Los
habitantes de la Ciudad de la Miel seguían escuchando con respeto y en completo
silencio las palabras de la Gran Madre.
-Anoche
he consultado al Espíritu de la Colmena
y Él me ha revelado lo que debo hacer. En el día de ayer, por haberse
quedado dormida, reprendí a Lina, una de mis hijas más pequeñas. Enojada, le
puse un sobrenombre y la llamé Perezosa. Aunque todos se rieron por ese apodo, esta abejita ha
tenido más valor que cualquiera de ustedes arriesgando la vida para salvar a su
Familia.
Lina
permanecía arrodillada a los pies de la Reina y sollozaba, pero en su corazón
sentía una inmensa felicidad.
-A
partir de hoy –continuó su Alteza Dulcísima-, ordeno que Lina sea llamada Abeja
Valerosa. Será respetada y amada como mi hija predilecta y ni por un solo
instante se apartará de mí.
La
Reina obsequió a Lina un hermoso vestido rojo tejido por Dina, la Araña Memoriosa
del Bosque. Despidió a Coca y Cuca, enviándolas a trabajar como recolectoras, y
en su lugar nombró a Lina como su única Dama de Honor.
Desde
entonces, todas las tardes, a la hora en que las obreras regresan de los campos
perfumados con su preciosa carga de polen y néctar, la Abeja Madre Reina y Lina
toman el té con tostadas y Jalea Real.
*
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