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EL CAMPESINO ILUSTRADO


*
EL CÍRCULO DE FUEGO
         Entreabrir esta puerta a los poemas de El Campesino Ilustrado de Juan Coletti es una primera propuesta a los sentidos. Poco a poco se filtra el aire mendocino con su aroma a tréboles, entremezclándose con una visión cada vez más nítida de los cerros “partidos en rodajas de milenios”  y los “álamos con medallas amarillas en el pecho”, mientras el sonido persistente de la hojarasca se escurre por los senderos arbolados rozándose y descubriéndonos en su murmullo anticipos del enigma; así lo dice el Zohar: El Universo es la envoltura, el revestimiento de Dios”.
         Este ámbito creado por el poeta es el espacio sagrado  donde confluyen el mundo interior y el mundo experimental, invitándonos a una rica e inusual posibilidad: asistir como lectores privilegiados al despliegue de las diferentes instancias de su espíritu reflejadas a a través de apartados donde participamos de la temporalidad del poeta (cada apartado nos remite a una edad desde 1955).
         Una vez atravesado este umbral y envueltos en la magia de la escena nos desplazamos por salas donde simbólicamente el autor dispone, cuadro por cuadro, la geometría de su alma sobre la tela.  Pronto comprenderemos que el dibujo de las imágenes (altos álamos orquestando en el viento, luna parecida a un zapallo en otoño, el linotipo azul de las estrellas) en las que resultamos atrapados y fascinados desde eñ  principio, se convertirán finalmente en excusa y marco para la búsqueda paulatina de “sí mismo”, del centro, de este ser que ya desde la iniciada juventud sabe que sus pasos pueden “agujerear de pájaros la tarde”. El poeta construye un andamiaje para descubrir su laboratorio interno y cada pasaje de esta estructura está ensamblado en el vaivén permanente del lenguaje coloquial al lenguaje poético, tratando de encontrar entre ambos aquella fisura desde donde acceder a las puertas de la percepción que nos lance al destino prometido.
         Para ello parte en busca del estado amoroso donde intuye junto a Octavio Paz, desde un cuerpo amado, una vida más plena, más vida que la vida, ese instante que contiene todos los instante y el tiempo se detiene, sin dejar de fluir, colmado de sí: “Nadie podrá decirme  ¿dónde marchas?, ni detenerme / pero sí los perfumados duraznos de tus pechos”. El autor apuesta al amor que le permitirá un cambio de enfoque donde los contrarios no desaparecen pero se funden por segundos, provocando una suspensión del ánimo de donde accederá a la posibilidad de transponer las puertas del paraíso hasta el árbol interior de la vida iluminada.
         Desde ese estadío podrá entregarnos, Juan Coletti, el campesino ilustrado, antecedidos por los “si” que condicionarán un crecimiento interior, estos hallazgos: “Deja de imaginar y viaja por el fulgor azul de tus ideas / busca el signo del átomo / el secreto que esconde su energía…/ descubrirás el rastro de lo simple / en el vértigo feliz de no ser nadie / de soltar la hojarasca amarilla / en el invierno del olvido”.
         Y la forma en que lo encuentra posible es a partir de la palabra “sobreviviente al exterminio del Señor de las Horas”, que no será cualquier palabra, sino la palabra auténtica, llaga abierta y éxtasis deseado. De esa manera podrá llegar al final del libro para decirnos, hablando del hombre: “Todo está en ti / el gozo y la agonía / …Dios mío, en todo se resume el misterio”.
         Solamente así, saltando el umbral de lo cotidiano en la búsqueda tenaz del orden otro, de la otra orilla que se encuentra en este mismo mundo, persiguiendo obstinadamente el pensamiento en brújula hacia el magma, hacia el hombre, intenso, exultante, trágico y compasivo. Solamente así, porque lo que dijo Ramakrishna sobre la iluminación también es cierto para el poema: “Si no lo buscas, como un hombre con el cabello en llamas busca el agua, no lo busques”.
         Desde la algarabía de quien encontró el espacio sagrado, en este caso la poesía, donde la revelación espiritual es posible, reconoce el poeta el reflejo del universo en nuestra naturaleza personal y decide participar desde la palabra en el acto de la creación. A partir del pensamiento comienza sus recorrido iniciático: “Mis pensamientos / orientados al centro del círculo / viajan más allá de los patos salvajes que vuelan sobre la Laguna de Los Álamos”.
         Este viaje circular es, en definitiva, un viaje hacia los orígenes: “Viajo hacia mi propio origen campesino / suelto los caballos de la intuición / aletean sus cascos / y me cimbro en los mimbres de la aurora…”. Migración que acomete el escritor hacia el pulso mismo de las cosas porque seguramente como estudioso de las interpretaciones cabalísticas, Juan Coletti sabe que vivimos en la corteza de la realidad, que el secreto está en el corazón  de lo aparente, y que  lo conocido no es más que el aspecto aparente de lo desconocido.
         En los versos anteriores, reconocemos ya la presencia de la imagen simbólica reiterada a partir de las líneas tomadas en forma de epígrafe en el primer apartado: “Sé que no me desvaneceré  / como el círculo de fuego  / que traza un niño en la noche / con un carbón ardiente”. El círculo de fuego, figura que remite al ritual de la iniciación donde se gesta la transformación del ser, pues todas las cosas nacen del fuego y a él vuelven, se repite al aproximarse a la Sala IV: “Un pájaro trazó un círculo de fuego y se perdió en la niebla”, hasta arribar a las últimas palabras del poema final donde nos habla del “hijo del fuego” como descripción contundente y condición absoluta del “recién llegado, el desafiante / el que surte de especias el mercado del gozo”, que será en definitiva el que podrá despejar con su palabra la melancolía.
         La palabra-pincel embebida en negro y blanco de titanio es el instrumento con el que Coletti plantea el esplendor de las imágenes desde aquel joven ardiente y dispuesto a las manifestaciones del amor, hacia el actual poeta-pintor-escultor que con maestría quita a la piedra lo que le sobra para que asome la figura espléndida en palabra y carnadura de quien ya sabe lo esencial  y lo transmite en una escalada luminosa de imágenes, como lo es el poema último “Opus 13”. En él espacios y tiempos inauguran un mundo, que no es otro que el nuestro, idéntico al habitado por el poeta, sólo que él reconoce haber conspirado contra la muerte “para obtener a cambio de su vida la recompensa del amor indivisible”.
         Retrospectiva poética, expuesta en esta galería de papel a modo de fotografías instantáneas de un espíritu inclinado desde sus inicios hacia la búsqueda de la verdad y de la vida, intuida como mucho más que un tránsito efímero. Búsqueda en la que se involucra y compromete el lector que a poco de transitar estas páginas ya siente las palabras de Walt Whitman resonando en su pecho: “¿Por qué habría de desear ver a Dios mejor que este día? / Veo algo de Dios cada hora de las veinticuatro y en cada instante de ellas…/ encuentro cartas de Dios en la calle y cada una de ellas está firmada por Dios”.
SONIA RABINOVICH









SALA I




Sé que soy inmortal.
Sé que la órbita que describo no puede medirse
con el compás de un carpintero.
Sé que no me desvaneceré como el círculo de fuego
que traza un niño en la noche
con un carbón ardiente.

WALT WHITMAN (Hojas de Hierba)



JOSÉ EDMUNDO DÍAZ
A su memoria

ACUARELA
Potrerillos.1955.

El camino se aplana sobre los cerros
Como una ondulante serpentina de asfalto.
El viento vuelca a las mariposas en oleadas
Sobre los trebolares olorosos.
Cerros oscuros
Partidos en rodajas de milenios.
Pedazos de cataclismos cuaternarios
Durmiendo junto al Valle de Uspallata.
Cerros barbudos de jarillas y cactus.
Sábana azul del cielo
Remendada de nubes en hilachas.
Lluvia de sol en escamas
Sobre los álamos y el campo.
Cencerros de cien cabras,
Lentos como un recuerdo,
Marcan el sendero de los retortuños.
Casitas de manzana y mazapán
Fumando en sus grandes pipas.
Asamblea de aguas en el río,
De chocolate y leche blanca.
Cuatro jinetes y cuatro caballos
Se esfuman hacia el este,
Seguidos por un perro.

*

MARZO DE LOS ÁLAMOS AMARILLOS
Maipú. 1955

No he precisado el año,
Pero fue el anterior a la llegada de las langostas.
Las langostas hacían ruido
Y se comían la uva.
Nosotros, a caballo y con tarros,
Íbamos hilera adentro,
Todos en fila,
Con largas cañas y con asco,
Espantando la nube pegajosa de las langostas.
La Juana tenía una cara grande y orgullosa,
Como una luna llena.
Era arisca y rosada, anchas caderas.
De su pelo negro sólo recuerdo
El gusto a verdolaga de su boca.
La Juana vino por el tiempo de la cosecha,
Con otras gentes que dormían en el galpón de la finca.
Cuando la vi,
Las alpargatas se me aflojaron
Sobre las chipicas húmedas de la mañana vendimiadora.
Yo era casi un niño,
Un muchachito rudo
Que tenía un cuaderno a rayas, lleno de versos.
La portada tenía una rosa y mi nombre.
La Juana me llenó de incertidumbre la boca,
Y cuando vi pechando el aire sus caderas,
Un gusto a chilca me subió por las piernas.
La tarde que se fue,
Una tarde de marzo,
Los álamos tenían medallas amarillas en el pecho.
Fuimos con Adolfo hasta el carril
Donde pasaba el ómnibus que se llevó a la Juana.
El sulqui cargado de colchones, de paquetes.
El viento le cosquillaba el pañuelo a las muchachas.
Después que ella se fue,
Unas horas después,
Mi madre me mandó al almacén
A comprar medio litro de aceite
Y un atado de cigarrillos para mi padre.
La Juana me lastimó la cara con sus ojos.
Tenía puesto un vestido floreado
Y unos zapatos rojos.
-¿Querés que te dé un beso?
Los álamos callaron.
Los mimbres silenciaron los pájaros.
Un chasquido de labios cruzó el carril
Por donde pasa el ómnibus que se llevó a la Juana.
Regresamos al trote del caballo.
Adolfo me golpeaba la espalda.
Cuando Adolfo reía
El caballo paraba las orejas.
-¡Tenés suerte, ché!
Por el camino angosto de la huella vieja,
Un automóvil nos tocaba bocina.
Yo iba sobre el sulqui,
Tordo azul en el cielo,
Caracoleando mi alegría con los pájaros,
En la tarde de marzo,
Cuando los álamos tienen
Medallones de oro sobre el pecho.

*

PENSANDO MIENTRAS EL ÓMNIBUS
MARCHA ENTRE LOS CAROLINOS.
Maipú. 1955

A veces imagino que estoy muerto.
Porque al día sucede la noche
Y en cada sueño muero
Para nacer de nuevo
En la fatiga de la alborada,
Enamorado de los pájaros,
Y decir que el humo es sólo paisaje
Y los álamos clavos
Orquestando en el viento.
Duermo por las ciudades y regreso
Por entre los altos carolinos
A sonreír al niño y al obrero
Levantando la mano de esta forma:
¡Adiós, amigos, bicicletas y sulquis!
Las palomas alineadas en los techos
Y los almendros florecidos
Anticipan el regreso
De la sangre caliente de la primavera,
Y de los picnics.
Los domingos pasan camiones con hamacas,
Pañuelos y muchachas.
Desnudarnos en el río sin que nos vean,
Y volver la semana como una hoja,
Para empezar de nuevo exiliados del beso.
Los ómnibus demoran demasiado
Y verte, cuesta.
Quisiera mostrarte una fotografía
Tomada frente al Hotel de Potrerillos,
Cuando corría carreras en bicicleta,
O darte una receta para hacer bizcochuelos.
A veces las acequias desbordan
Y todo el carril queda mojado.
Por ejemplo,
Recién había una luna
Parecida a un zapallo de otoño,
Torpe y rojiza,
Suspendida en los hilos del teléfono.
Y los niños decían:
Corramos, agarremos a la luna
Que está cerca. Pillémosla.
Observo que el boleto es muy caro
Y que los colectivos demoran demasiado.
Mañana habrá una fiesta
En lo de López Díaz.
Y aunque a menudo nos peleamos
Por cuestiones políticas,
Siempre nos reconciliamos
En la frescura fraternal del vino.
Las imágenes pasan,
Se aceleran y escapan.
Sólo recuerdo la boca que he besado,
La fantasía de tus labios,
Curvos como un camino
Asfaltado de rojo entre  los cerros.
Al apagarse el día
Emigrarán los tordos hacia el norte,
Buscando el horizonte de las pichanas.
Sobre una alfombra de juncos y de calas,
La tarde se excitará de aromas.
Entonces dejaré de pensarte y tendré
La superficie de tu piel
Sobre mis manos, colmadas.

*
FOTOGRAFÍA A LA MEDIATARDE
Maipú. 1956

La fiesta de los besos
Será a la mediatarde.
El papá y la mamá tendrán al hermanito
Hamacado en los brazos.
Los demás, reunidos alrededor,
En ropa de trabajo.
Se terminó la poda y la atadura.
Ahora que venga el brote
Con su secreto de uvas.
Cuando se casen las hermanas,
Cuando estemos disueltos en el tiempo,
Viejos,
Alguien pasará un dedo por los rostros.
Este es Pepe, el más alto.
Antonia, que murió el año pasado,
Es la que está riendo.
Vamos, apúrense,
Que esa nube negra oscurece el sol.
Hay qué ver,
Cuántos problemas
Con estas maquinitas
De sacar fotografías.
Al fondo del paisaje,
El caballo prendido al arado,
Mueve la cola espantando a los tábanos.
A ver, apriétense un poco más,
Para que salgan todos.
Algún día,
Un nieto momentáneo,
Que no está en esta foto,
Dirá con mal humor:
Quemen esas cosas,
Los retratos antiguos
Me producen neurosis.
La fiesta de los besos
Será a la mediatarde.
El mocoso más chico
En brazo de los viejos.
Esta es Antonia,
La que está riendo.
Que en paz descanse.

*

PASTOR DE LAS CIUDADES
Maipú. 1956
A Luis Quesada
         Vengo desde la roja soledad de un cometa con una alegre cueca entre los labios.
         Una madrugada de 1939 nos despertaron los chacareros que iban a la Feria de Guaymallén a vender la cebolla. Un gusarapo de oro, así era el cometa que no volveré a ver durante siglos.
         Voy con mi largo cuerpo campesino atravesando calles y arboledas. Olor a hierbaseca, a guardapolvoniño, me sugiere la música del pueblo. ¡Qué singular fantasma matinal te va enredando el viento en tus cabellos!
         Iré por múltiplos de siete, por semanarios lentos sin feriados, con un bolsillo lleno  de caramelos que le daré a los niños con el potito al aire.
         Regreso a la medianoche en el último ómnibus. Una doble muralla de antiguos carolinos. Pececitos de plata muerden los olivares. La fábrica de aceite tiene a olor a puchero.
         Voy con mis ojos filmando las ciudades, incrustando en mi cuerpo a los camiones de precisas bocinas que asustan a los viejos.
         Nadie osará decirme ¿dónde marchas?, ni detenerme. Pero sí los perfumados duraznos de tus pechos.
         Iré si lo prefieres a buscarte en el río. Sobre el Puente Barrancas el viento jarillero te levanta el vestido. Yo miro solamente tu pañuelo. Resbalas presurosa tus manos por las faldas. La piedra arisca de tu risa chicotea en la acequia.
         El horizonte es una llanura de asnos grises.
         El ciclista no dobla las esquinas. Son las calles las que cambian su posición, como aquella veleta que hicimos cuando niños, con la lata de un tarro de aceite.
         Ahora empezarás a decirme que tenés un hijo prodigio mientras tus manos juegan con las monedas en el bolsillo. Me voy sin escucharte, trepo al colectivo lleno hasta la puerta y te saludo.
         A la medianoche todos han bebido su vino. El viejo coloca la desgastada dentadura en el vaso de agua. Su hija se levanta con sueño y estornuda tres veces mirando el sol que entra a través de una mampara azul y roja.
         Las primeras gotas de la lluvia caen como monedas en la calle. Las nubes negras son un bosque de pinos. El hachador desnudo, colérico, los pálidos relámpagos. Alambres amarillos de lúbricos azufres sacudidos por ráfagas de viento.
         Yo no soy culpable, dice el hombre tironeando, espantado. ¿Por qué me llevan? La gente se reúne en grupos y murmura mientras pienso en el duro oficio de los carteristas.
         Mamá, han matado al caballo del verdulero. Un camión de YPF lo arrolló en una de las esquinas de la plaza. Yo vi la sangre regando las verduras y las nubes de moscas sobre la panza hinchada. Un muchachito, rengo, lloraba sentado en la vereda.
         El alma del caballo se ha marchado en el viento. Los esquiadores que descendían veloces por la ladera de Los Penitentes lo vieron galopar rumbo al cometa.
         Cada árbol, el más pequeño y frágil árbol, tiene una V o una W de ramas. Los ciruelos podados parecen una copa, pero los álamos no son más que una l con raíces.
         Lo vieron galopar rumbo al comete mientras yo conversaba con el niño de la pierna cortada. En un baldío en General Gutiérrez unos muchachones jugaban al fútbol. La regadora municipal iba dejando una sábana de agua sobre la calle polvorienta.
         Los calabozos y los hospitales huelen a muerto. Yo prefiero el camino de los álamos del pueblito donde tracé mi adolescencia. En Villa Seca, cuando brotan los sauces, el vino se alborota en los barriles anticipando el tiempo del trasiego. Allí el hinojo aroma por las tardes el anisado tibio bebido de tus labios.
         Cuando se desbordan las acequias pisamos las estrellas. Quien se tiende de espalda en la cebada a contemplar el paso de las horas es tan inocente y  puro como el caballo o la chirigua.
         El hombre metafísico lastimó con sus uñas los labios de los niños cantores.
         Los que vieron llorar al joven verdulero no le tuvieron lástima ni le compraron las sandías. Pero yo, que vi la sangre del caballo, y los esquiadores que lo vieron galopar con las crines al viento, decimos que en el aire hay multitud de cosas invisibles.
         A pesar de todo es necesario que cada uno forme fila para esperar el ómnibus. También se ha descubierto que el rojo es necesario para incitar los besos y las reuniones políticas.
         Yo no quiero vivir en las ciudades. Monstruosos maniquíes se burlan de los viejos. Nadie saluda a nadie. Todos fuman, beben café. Los cines son la droga para soñar despiertos, para que ni una sola joven pueda guardar su castidad, dormida.
         El policía toca el silbato. El auto se detiene junto a la vereda. El hombre de las mangas blancas baja la escalerilla de su copa con toldo y hace firmar un acta al infractor que, nervioso, apura un cigarrillo mientras un grupo de peatones se ríe a carcajadas.
Dicen que allá, donde las palomas se acuestan con el viento, hay una pueblo que ha desafiado a las ciudades. Ese es mi pueblo joven. Cuando sea ciudad y tenga la barba blanca del humo de las fábricas y su piel surcada por camiones y trolebuses,  lo dejaré para irme a fundar otro pueblo, por aquellos paisajes donde el caballo muerto iba tras el cometa gusarapo de oro.
         Aquel que vi pasar una madrugada, tomado de la mano de mi padre, y que no volveré a ver durante siglos.

          *
SOLO Y DETENIDO EN EL DÍA
Maipú. 1956

Solo.
Y con el sol justo en los ojos.
La sombra se ha escondido
Entre mis huesos.
Detrás tengo el vacío del silencio.
Frente,
La perspectiva de mis pasos.
Pienso en los papeles perdidos
Y en las víboras de tus sueños.
Ah, si pasara algún pájaro.

*

PROFECÍA DE TU NOMBRE
EN LA FANTASÍA DE LOS PÁJAROS DE OCTUBRE
Maipú. 1956
                                                                                               A Fanny

Junto a la viña florecen
Los rosales trepadores.
Tras los olivos cenicientos
Estalla en la montaña una coliflor de nubes.
Y además de eso,
Por el carril de los carolinos centenarios,
Junto al paredón de la Bodega Furlotti,
Un niño cuida su burrita
Con orejas  y todo.
Para ver a sus novias,
Los jóvenes se bañan
Y con trajes azules
Pasan en bicicleta.
Cuando fui a verte
(hay domingos en rojo para eso),
Mis pasos agujerearon de pájaros la tarde,
De pájaros dormidos en el pasto
Que apedrearon de hormigas
La quieta loza de un cielo desvelado.
Puesto que hemos nacido
En el mismo sistema planetario,
Te tejeré un anillo con mis besos
Y estaremos hasta las cenizas
Llenos de lágrimas y risas.
Nos tapará el tumulto de los siglos.
Puesto que un día moriremos,
Uno después que el otro,
O los dos juntos,
Vengo a predecirte
Que estaremos reunidos
Una noche cualquiera de fin de año,
Entre los salmos de las navidades
Y las cañitas voladoras.
Por mucho tiempo te esperé.
Largos inviernos
Disfrazados de nieve
Blanquearon la alameda.
Pero una tarde,
El lápiz de los truenos
Desarmó el arcoiris
Y me escribió tu nombre
En el linotipo azul de las estrellas.
Sabes que amo el silencio.
Había un pájaro
Que llevaba una carta.
Quiero decir,
Tu nombre iba escrito en un pájaro.
Mejor dicho,
Cuando beso tus ojos me calmo.
A lo mejor tu nombre
Es un sueño escrito
Con la sangre de los patos
Asesinados por los cazadores
En la Laguna de Los Álamos.
Por eso,
Cuando estemos de acuerdo,
 Nos iremos riendo por la calle,
Compraremos el diario
Que publica mis versos
Y andaremos juntos
Hasta que el alba grite,
Con el teléfono de los lecheros ambulantes,
Que nuestro amor
Es un fugitivo pájaro de octubre.

*




SALA II


Los pétalos ruedan en la fuente,
Pétalos de rosas, anaranjados.
Sus ocres se adhieren a la piedra.

EZRA POUND (Ts’ai Chi’h)




EL CORAZÓN DEL TIEMPO
Maipú. 1956

Siendo niño,
Cuando vendía espárragos
En la cesta de mimbres,
La luz de un candil iluminaba por las noches
El rostro cansado de mi padre labriego.
Los domingos,
La tonada salpicaba de hijos
El hule de la mesa
Y cuando llueve
Recuerdo el olor del maíz frito,
Los carritos de carreteles
Y el canto de mi madre,
Suave como la piel de los tomates.
Alguien me recuerda los años
Y pienso
Que con veinticuatro soles plenos
Absorbidos en mi gira terrestre,
Un poco de música concreta,
Natural,
Y este libro de mí mismo,
Este enigma que abro de sol a sol
Como un tendero abre su tienda,
La vida me parece
Nada más que una prueba de valor,
Una parábola que va de la prehistoria
Al país inasible de la imaginación.
Y que crear significa crecer,
Buscar la clave del tiempo sin medidas
Y decir un discurso
En la plaza de otoño,
Cuando los niños visten
Sus gorros de colores
Y los viejos aspiran
El humo de sus vidas.

*

RETRATO DE UNA JOVEN
Maipú. 1956

Los domingos,
Cuando vamos al cine,
La luz de las luciérnagas
Relumbra
Sobre el manubrio de las bicicletas.
Esto era cuando arábamos descalzos
Y por las tardes comíamos
Pan untado con ajo y aceite.
Pero después de admirar el retrato
Recién pintado sobre dos azules distintos,
He colocado mi mano junto a la cara,
Meneado la cabeza y dicho: qué hermoso.
Las noches de las calles sin luces
Se han vuelto cabellera
Y su perfil moreno,
Vuelto sobre el índigo del fondo,
Semeja un edificio
Más allá de los árboles,
Junto al topacio de la tarde
Y al fósforo amarillo de los faroles.
Fue menester un pedazo de tela blanca
Para hacerle la blusa.
Y nadie negará que esconde
Dos pájaros gemelos
Lanzados contra el viento.
Dos pájaros ocultos buscadores de hijos.
Sumergí la botella de vino en el estanque
-heladera sin hielo de los pobres-
Y me corté la mano con los vidrios.
Entonces la sangre
Fue más roja que el vino
Y mi llanto de niño,
Asustando a las ranas,
Se ocultó en la silueta de una parva de pasto.
Después de contemplar
El retrato de Amalia,
Dije que sus labios
Eran rojos como el vino y la sangre,
Y que la cinta negra
Bajando de su cuello
Ondulaba la fresca
Anunciación del alba.
Y estarás muy contenta
Diciéndole a la gente
Que hay un lenguaje extraño
De grillos en tu pelo,
Y que no tienes culpa
De llevar en los labios
La excitante frescura
De la sandía abierta.

*
NIÑO A CABALLO CONTRA EL SOL
Maipú. 1956

Dejamos atrás el país de los pájaros.
Nadie pudo explicarme
Por qué las nubes tienen forma de gansos.
Ni por qué marchaban en vuelo horizontal
Sobre la acuarela roja
Que volcó mi hermanito
En el cementerio de los caballos
Con nieve en la montura
Que era la montaña.
“El niño y el caballo rojo iban contra el viento”.
En la ciudad de las iguanas y las víboras
No se detienen los autos ni los aviones.
Si algún día te perdés para siempre,
Enterrá tu reloj en la arena.
Matalo.
Porque cada tic-tac es un tiro de miedo
Que espanta a las perdices
Y abre un río de aceite espeso
Que baja de los cerros
Hacia el brazo desnudo del gremio petrolero.
“La crin y la cola y el cabello del niño,
Una pierna y un brazo se encendían de fuego”.
Del país de los pájaros sólo recuerdo nidos.
La mujer decía,
Allá va un muchachito.
Yo me escapé del auto en movimiento
Y me comí las nubes.
Cuatro gansos de nubes.
Aunque quedara ciego
Sabría yo la hora exacta,
La hora en que los pobres cenan
A la luz de un candil.
A esta hora precisa de la tarde,
A la luz vacilante de la primera estrella,
Regresaba yo descalzo y cansado
De cortar corrihuela.
“A la izquierda de ellos estaba el sol
Cayendo sobre el Cordón del Plata.
Azufre y azafrán en el costado
Les pellizcaba el aire.
La boca del ranchito,
Un cerro abandonado,
El caballo alazán,
Una oreja de fuego,
La otra de damasco”.
Dejamos atrás el país de los pájaros
Y continuamos conversando,
Admirados del brazo podador de manzanos.

*

PREDILECCIÓN LUNAR
Maipú. 1956

esta luna carromato
linterna de los linyeras
pone pálida a las hembras
los gatos en la azotea
un vaso de vino blanco
un candil
una pelea
la luna sigue su marcha
lava su sangre en la escarcha
la luna llena.

*
CINCO DIBUJOS
PARA LA CASA DE LOS TRABAJADORES
Maipú. 1956

1
MANIFESTACIÓN

¿Quién llevará la bandera?
Los niños,
Y la canción la cantaremos todos.
Conoceremos la ciudad.
Allá venden globos de colores
Y números de lotería.
Suban todos.
Que nadie trabaje hoy en  las viñas.
Que se marche el agua por los canales
Cosquilleando las cortaderas.
De diez kilómetros será la caravana.
Las mujeres en ómnibus,
Nosotros en camiones.
Nuestros gritos de triunfo
Anunciarán una época nueva:
La era del amor
Y las camisas limpias.
Los vengativos,
Los que tienen sangre en los ojos,
Se volverán descalzos.
Les quemaremos los zapatos.
Nuestro estandarte marcha al frente,
Sobre un tractor,
Y es conducido en alto
Por los obreros de las fábricas.

2
FIESTA DEL SÁBADO

Apresuro mis pasos detrás del sulqui.
La luz de la linterna,
Entre las varas,
Describe el amarillo corazón del damasco
Bajo las patas del caballo.
Bailemos todos en la fiesta.
Bailemos el foxtrot y el tango.
¿Bailamos este vals, Elvira?
La Cruz del Sur se hamaca entre los plátanos.
Ella me llega al hombro
Y nos reímos de las feas que no bailan.
Mañana bendeciré la salida del sol
Y cantaré la tonada del agua,
Ese dulce pan con arrope
Y té con canela de la tonada.

3
CHACAREROS

Apretados en el pescante,
Con el fulgor de las estrellas en la chupalla,
Y el aroma de las cebollas en las manos,
Nos vamos a la Feria en la carretela.
Mi mujer se duerme con el traqueteo,
Se recuesta sobre mi hombro.
Su cintura es caliente
Bajo el vestido nuevo.
Los turnos de agua sirven
Para regar la plantación de coliflores,
El maíz con sus choclos apretados
Y la camiseta rayada de las sandías.
Nos vamos a la Feria, vieja,
 A vender las berenjenas negras
Y doscientos atados de zanahoria.
Me gusta apretarte
Como a una naranja
Y soñar con el sabor a malón
De tus caricias.
Ahora canto.
Chacarero soy de la Finca Bombal,
De Rodeo del Medio vengo
Con la pollera verde de las lechugas.
Vamos andando,
Con el lucero a las espaldas,
Hacia la Feria de Guaymallén.

4
LOS CONTRATISTAS

Mire, papá,
El brote viene bueno,
Y si no caen piedras,
Grandes como huevos, del cielo,
Cosecharemos catorce camiones de uva.
Deschipicado el callejón,
Los olivos con sus orejitas de plata,
Las estrellas amarillas de las cerrajas
Y los mugrones enguanados,
Podremos comprarnos sillas nuevas,
Una docena de cubiertos
Y una alcancía con forma de gallina,
Para guardar los cincos.

5
OBREROS DE BODEGA

Un ala de pájaro,
El soplido de un niño
Podría apagar el humo de las fábricas.
Sobre las bicicletas,
Arriba un pie,
Debajo el otro,
Dale vuelta al pedal,
Giros redondos,
Vamos que vamos
Al almuerzo caliente.
Sobre las bicicletas,
Mamelucos azules,
Una damajuana
De vino sobre el hombro,
Vamos pedaleando
Al almuerzo caliente.
Somos los obreros de una bodega.
¿No lo sabía usted, señor turista?

*

LA ESTRELLA DE LA TARDE VIO TU CUNA ROSADA
Mendoza. 1957
A Fanny Irene
Cuando desciende un niño
Y corre entre los álamos
Hacia la casa de un campesino,
La luna,
Amarilla tajada de melón,
Viaja prendida
En el espejo de los camiones.
Así nacen de la idea del sol
Nuevos países,
Nueva música,
Dicen los tordos azul marino
Cruzando el molino otoñal
Del sol poniente.
A la cuna que fue de tus hermanos
He pintado de rosa,
Porque tus ojos de azules horizontes
Han visto de noche
Bailar los grillos
Sobre el retrato del abuelo.
Porque en tu mano
Está encendida
La primera estrella de papel
Que surge detrás de los cerezos
En la tarde de junio.
Cuando desciende un niño y espera
Que los perros se duerman
Para entrar a la casa,
La luna,
Vieja tapa de olla pintada de amarillo,
Duerme en los pajonales
Y en los almácigos de acelga.
Así llegan
 Los nuevos hijos de la Madre,
Los hijos
Del Señor Presidente de la Eternidad,
Dicen los caballos de negras crines
Viendo volar
Una estrella fugaz sobre los médanos.
A la cuna que heredas por tu gracia,
He pintado esta tarde
Con la flor rosada de los durazneros,
Porque si vos sonríes
Se disipan algunos pensamientos
Y se moja mi rostro con el color alegre
De ser hombre y hermano.
Porque tender tu cuna
Entre estrella y estrella
Y colgar tus pañales en la Vía Láctea
No es tarea fácil.
Antes te escribo este poema
Y te pinto la cuna
Para que al atardecer,
El primer fulgor que se encienda en el cielo
Sea aun grillo de luz
Detrás de los nogales.

*

PERDIDO EN LA LLANURA BUSCANDO LA MAÑANA
Mendoza. 1957

Tras los médanos descubro una estrella
Y avanzo entre los jumes,
Piso la dura tierra salitrosa
Donde el rayo grabó su geometría
Y aspiro el humor de la tierra.
Atravieso la plantación de melones,
Distingo el espantapájaros
Con el sombrero viejo,
Y cruzo nuevamente los alambrados
En dirección al agua.
La laguna refleja
La vacilante luz de los faroles
Sobre la costa.
Las largas cañas
De los pescadores  de pejerrey
Crispan la ondulante superficie azulada.
Pronto saldrá el día
Desde las cuevas de las liebres.
Pronto los perros galgos
Correrán en jaurías tenebrosas
Dispersando
A los espíritus aulladores de la noche.
El agua cristalina de los remansos
Hace vidrios de peces,
Carpas amarillas y rojas
Entre la lama verde.
Medito ante el espectro
Azulado rojizo del bravo amanecer.
Mis pensamientos,
Orientados al centro del Círculo,
Viajan más allá de los patos salvajes
Que vuelan en bandadas.
Habiendo dejado atrás los altos médanos
Ya no veo la lejana ciudad,
Dormida todavía
En el brumoso silencio de la madrugada.
He perdido mi nombre entre los retortuños,
Y no tengo dinero ni ambiciones.
Me abandono al espacio
Donde los sueños anteriores
Tejen mi destino
Con el estatuto de mis propias ideas,
Y de mi voluntad.
Me siento libre y sin dueño
Como los caballos de las ciénagas.
Por la órbita que ha trazado
El impulso vital del nacimiento,
Rueda mi lenta y joven vida,
Manejando proyectos
Como un tractorista.
Viajo hacia mi propio origen campesino,
Suelto los caballos de la intuición,
Aletean sus cascos,
Y me cimbro en los mimbres de la aurora,
Azul de golondrinas que vienen al verano.

*











SALA III




“El poema es un vaso, un recipiente
Tallado desde adentro; así construye
La luz al día, misteriosamente”.

ANTONIO REQUENI (La forma y el canto)





EL CABALLO DE LAS SIETE LUNAS
Mendoza. 1957

Si has logrado que el tiempo se detenga
Como un motociclista
En un camino de la montaña
A contemplar el galope lunar
Sobre las jarillas;
Si en tu meditación de la mañana
Has resumido
La historia universal del hombre,
Dejame, entonces,
Que salude la llegada de la luz,
Principio del ser
Manifestado en los almendros
Y en el panal de miel
De la flor del ciruelo.
Si has golpeado
Con el martillo de la mente
Lo que supones es el muro de la eternidad
Y  no querés volver
A la estrecha caparazón del cuerpo,
Permitime contemplar
El ancho vestido de la Madre Terrestre,
Su falda de viñedos
Y el árbol de cenizas que crece
Donde las montañas bajan sus hombros.
Si preferís el fútbol,
Divertirte con tus amigos,
Corré el domingo a la tarde a gritar
Y regresá apretujado en camiones,
Enardecido de naranjas y sol.
Si amás la serena celda
Del silencio religioso,
Orá por nosotros,
Los que sembramos,
Los campesinos del verbo
Regado con la sangre de la ofrenda.
Si contemplás tu rostro en un espejo
Recordá que del mono al  hombre
Hay una distancia semejante
A una cuadra de oscuros conventillos,
Y que a partir de hoy,
Hasta volver al círculo de fuego,
Te queda el resto de tus años,
Y de tus sueños.
Si tenés vocación
Y  amás de verdad,
Dejá de imaginar y viajá
Por el fulgor azul de tus ideas
A investigar las leyes del zodíaco.
Buscá el signo del átomo,
El secreto que esconde su energía,
Y por qué la leucemia,
Vestida de enfermera,
Secuestra tantos niños.
Si por sólo un instante
Has roto el círculo inmoral
Que separa a los hombres
Y venís renunciando
A la riqueza y al tedio,
Repartiendo la tierra
Entre la gente pobre,
Nadie entrará a tu casa
Sin besar a tus hijos,
Ni comerá del fruto de la higuera
Sin bendecir la mesa.
Si sólo te ha quedado
La bicicleta de trabajo
Y la mirada de tu esposa,
Tendrá, te lo aseguro,
Un amor singular.
Iluminado y justo,
Descubrirás el rostro de lo simple
En el vaso de vino de tu cena.
Verás cómo te arrastra
El vértigo feliz de no-ser-nadie,
De soltar la hojarasca amarilla
En el invierno del olvido,
Para resucitar,
Como un brote de ajo,
En la huerta de los chacareros mundiales.
Ascenderás como la escarcha
En el fuego del sol,
Te astillará la luz
En las alas de tus brazos
Saludando a los pájaros-aviones
Que vendrán en tu búsqueda.

*

LUNA MENGUANTE
Mendoza. 1957

Ahora comprendo
Que estar lejos de vos
Es como haber perdido
Mis mejores poemas.
Es como si de pronto,
Mis viajeros azules se marcharan,
Sin besarme en la frente,
En un tren de ruedas polvorientas
Por el pañuelo amarillo de las estrellas.
Y estar solo,  ¡oh, mi sol vital,
Mi camarada inigualable, compañera mía!
Es como caer
Al tiempo de las lágrimas
En una tarde de viñedos violetas.
Ponerme los zapatos cada mañana
Y encima del pecho la camisa
Y salir a navegar mi alto cuerpo
Por el espacio terrestre,
Acompañado de tu nombre,
Sembrando con mi puño labriego
Esta semilla del amor,
Que sin saber me dieron
Para que plantara con ella la huerta
Que juntos cuidaremos,
Cada jornada,
Hasta la noche crepuscular de los adioses.
Cuando me creía fuerte
Sobrepasaba el tamaño de los ómnibus,
Tendía mi mano
Calurosa y fraterna como una grúa
Y hablaba del mundo
Y de sus cosas.
De pronto descubro que estoy solo
Y recuerdo tu gracia,
Tu sonrisa de niña dormida
Y me quema en los labios aquel beso
De la noche del eclipse de luna
Y protesto
De verme tan solo y tan callado.
En la postal grabaste
La canción de tu sangre:
“Eres parte integrada de mi vida,
Eres mi corazón mismo”.
El corazón de anchos paneles
Describirá en el día
La esquela de mis voces.
Tocad, sirenas de bodegas,
Barcos anclados en mi tierra
Con el vino mundial.
He aquí a tu hijo
Que asciende hacia la luz,
En un tren de ruedas polvorientas
Por el amarillo pañuelo de las estrellas.

*

LA CASA DE LOS LIBROS
San Rafael. 1966

Aquí se depositan las quimeras,
Los vestigios del ser que se aproxima
Y muere en sus palabras,
El limen de los sueños,
Las pronunciaciones.
Aquí, con la intuición,
Procuro rescatar lo que llamo viviente,
Los pequeños islotes de palabras
Que sobreviven al exterminio
Del Señor de las Horas,
El Burlador.
A estas diminutas máquinas filosóficas
Salvadas del naufragio intelectual
(los Mensajes de los Restauradores de la Idea),
Llevo con delicada intención
Al secreto refugio de mi mente,
 A la trituradora de mi vocación.
La Catedral de los Libros,
Con sus santos,
Herejes y verdugos,
Camposanto ideológico,
Supermercado donde voraces criaturas
Se abalanzan sobre la carne fresca
De las nuevas ideas;
Nonatos del saber,
Abortos desprendidos de ciegos ignorantes,
La leche fresca de los poetas vivos,
La sangre convertida
En el vino feliz de las celebraciones.
La Gran Telaraña tejida con palabras,
Ovillos de infinitos cerebros agrupados
En la Noosfera planetaria,
Diluvio de insomnes divagaciones
Flotando sobre el polvo
Aquí se reconcilian,
En fraternal promiscuidad,
Las doctrinas y las fábulas,
Los idiomas,
Los sexos y las razas,
La democracia generosa de los libros,
Casi tan perfecta como los cementerios
Donde, al final, unos tras otros,
Los Autores se acuestan,
En ordenadas filas,
En silencio,
Como los libros
En los estantes de esta Casa.

*

RETRATO DE MI PADRE
Maipú. 1967

Hoy he visto a mi padre.
Mi padre es un campesino rústico,
Sesenta años de vida y cincuenta
Dedicados a trabajar en la tierra.
Hoy he visto a mi padre,
Más cansado que nunca,
Un poco triste,
Cosa extraña en un hombre vital,
Sano de cuerpo y mente,
Este buen padre mío.
Un buen padre, realmente,
Pobre pero sensato y generoso.
En su mesa siempre hay invitados,
Amigos, familiares.
Si usted lo conoce, alguna vez,
Sabrá que él siempre será su amigo,
Lo invitará a compartir su pan y su vino,
Le ofrecerá el milagro de su pobreza,
Su honesta confianza,
Su amable charla.
Mi padre no ha viajado en avión,
No sabe usar el teléfono
Ni ha subido jamás en ascensores.
No lee libros, no viaja,
Fuma, bebe vino,
Toca la guitarra y el bandolín.
Lo he visto llorar
Sólo dos veces en mi vida,
Y aunque es muy simple
Sabe distinguir la falsedad y la mentira,
Pero no demuestra su desprecio,
Aunque se siente.
Un hombre hecho de esfuerzos y necesidades,
Limpio de toda angustia, de sospechas,
Armado de un orgullo viril
Acorazado en gestos que recuerdo y admiro.
Uno entre miles y millones nacido para hacer,
Para negarse en perfecciones propias,
Fuera de aquellas que otorga
La propia perfección del sacrificio.
Un hombre dueño de una ascética
Sin egoístas aspiraciones;
Uno que no sabe del ocio
Y por cuya causa, necesariamente,
No ha acumulado grasa
Ni dinero en el banco.
Mi padre respetó siempre a sus patrones
Pero, en esencia, los desconoce como tales,
Y si pasara el mismo Presidente
Frente a su casa lo miraría de reojo,
Con la justa simpatía con que mira pasar
A un vecino en bicicleta.
Cuando mi padre era joven
(yo tenía entonces siete años),
Hacía teatro popular con otros campesinos,
Daba serenatas, tocaba en los boliches,
En casamientos y cumpleaños
Y es, aún hoy, un excelente bailarín
De valses y rancheras.
Mi padre es uno entre millones
Que ha dado mucho y recibido poco,
Naturalmente.
Esta es una idea clara para mí,
         Que he leído cuatro o cinco libros,
He trabajado menos que él, y recibido más.
Así, entiendo ahora,
En la medida en que uno se aleja del trabajo
Menos lo comprende y valora,
Y de este modo
Los grandes astutos se reparten el mundo,
Las divisas, los créditos,
Los límites de la tierra,
La nata de la vida.
Mi padre, en su afortunada ignorancia,
Sabe sin embargo que la muerte de Kennedy
O el asesinato de Lumumba enlutan el mundo,
Pero jamás se afilió a partido alguno.
Este tipo de indiferencia
Alarma a los predicadores de doctrinas,
A los que creen que la gente pobre
Es un rebaño de estúpidos.
Mi buen padre, a quien no puedo
Homenajear de otra manera
Que amándolo a su modo,
Me ha dado muchas cosas que él no sabe.
Dones que guardo en el secreto de mi lealtad,
Para siempre.

*

LA AGUARDADA
Malargüe. 1967
                                                                                                     
En esta tarde, a esta ahora precisa,
Rodeado de montañas de alucinante luz,
Bajo este cielo azul como tus ojos,
En esta hora, digo,
En que una dulce paz me regocija
Y reconcilia con la belleza
De todas las cosas,
Me pregunto
Si serás vos la que yo espero,
La deseada, la creada y procreada por mí
En infinitas intenciones;
La causal, la indecible y amable
Como este sol que quema y que no quema,
La que trae el musical sonido del misterio,
Y tiene luz como esa nieve
Que contemplo con ojos asombrados,
Como esa nieve que se deja entibiar,
Tan mansa y femenina,
Entre mis manos áridas y ardientes.

Yo aguardo a una mujer
Que sea espuma y lecho de los ríos a la vez,
Una mujer para mirar muy hondo,
Para trepar muy alto,
Para quedarme y pernoctar en sus entrañas,
Y compartir el beso y la alegría,
La enfermedad, la humillación, los libros,
El silencio y la ofrenda de las vocaciones.

Yo espero un mito, una leyenda,
El porvenir de todo el amor,
Y en mi obstinada rebeldía
Precipito al seno de mi ser
Toda la energía, la gracia,
La voluntad creadora de crecer
En este renacimiento que procuro
Y que disputo al miedo de llegar
Y ver vacía el Arca de la Fe.

A mil quinientos metros
Sobre el nivel del mar,
Cercado por montañas de alucinante luz,
A la ribera del río Malal-Hué,
En esta tarde del invierno que muere,
Aquí, bajo este cielo,
En esta hora,
En perfecta posesión de mí mismo,
Habiendo borrado el pasado
Y renunciado a la esperanza,
Digo que si sos ella, la Aguardada,
La que trae la copa consagrada,
La sacrificadora, la de la espiga dorada,
Si sos ella, te estoy amando ya,
¡Dios mío!,
Con cuánta luz, con cuánta vida.

*

ESTALLIDO DE POLEN EN LA AURORA
Mendoza. 1967

Te desgarro los velos,
Me aproximo,
Abro los colmenares de tu boca,
Te despierto,
Te digo que en tu piel hay esplendores,
Hay panes perfumados,
Madera sin lustrar,
La piel de nuevo
Y otra vez tus ojos que me miran
Bajo la umbría de la parral trigal
Y me descubren.
Giro al pétalo rojo
Y me deslumbro de piedad,
Te miro y te aproximo más
Y te quisiera
Blanca estela del mar.
Descubro tus diseños,
Tu catedral de sangre pasionaria,
Escucho tu rumor,
Ya estoy contigo,
Te embriago con mi vino celeste,
Te domino y te llamo por tu nombre
Que es el mío.
Trato en tu derredor mi círculo,
Te profetizo,
Te circunscribo en mi soledad,
Te elijo y despedazo mi crueldad,
Me sacrifico en tu ternura,
Y al fin me voy a tu espesura virgen,
A tus lechosos manantiales salvajes,
Me acuno en el oleaje de tu mar,
Trepo por la araucaria de tu talle,
Descubro los nidos de tus pechos,
Los racimos,
Cavo en tu huerto de manzanos,
Clausuro los cerrojos,
Te despojo el dolor y te aproximo más,
Ya estoy contigo.
Cálida quedó tu piel,
Pálida, dulce miel,
Regresas victoriosa y amable,
Reina en los umbrales de los goces.
Brote de la amistad en mi costado
El día florece
En estallido de palomas sombrías.
Contemplo tus remansos y te espero,
Desplomo mi ansiedad y mi delirio,
Me sosiego,
Reposo adormecido y satisfecho
Junto a las tibias colinas de tu cuerpo.

*

ISLA DE CARNE Y LUZ
Mendoza. 1967

Isla de carne, la tierra gira y viaja
Con su delgado manto de ternura en la piel
Por el augusto océano de las constelaciones.
Biosfera inteligente, capricho de la luz solar,
Amante cuna, tumba insatisfecha, gozo de los ojos,
Capullo de la Flor Humana que se ensancha
En círculos de fuego radiactivo.
Todo está en ti, el gozo y la agonía,
Las directrices morfogenéticas,
Las cenizas de las degradaciones necesarias.
Mariposa de un día, fósil milenario,
Patria del crecimiento y el derrumbe perpetuos,
Gran hoguera estelar, diminuta luciérnaga.
Así, en el hombre y en la mujer que viajan
Por las constelaciones de sus noches,
Hay una isla de ternura carnal envuelta
En las ondulaciones de los ritmos
De los fuegos de la energía,
Blanca de crecer hacia la vida.
En el polen que viaja silencioso en el aire
-dichoso vuelto del erotropismo
Hacia la aurora de las formas-,
En el bramido de los toros salvajes que disputan
La antigua obstinación de perpetuarse;
En el polen y en el toro, en los pájaros,
En las secretas manipulaciones de la Gran Computadora,
En el misterio del renacimiento espiritual,
En la obediencia mutua del amor,
En las galaxias, Dios mío, en todo
Se resume el Misterio, se expresa y permanece
Mi día singular: ser, saber que existo.

*

DE PIE JUNTO A UNA PLAYA DE BASURA
Córdoba. 1972

Todos esos camiones de culata hacia el río,
Descargando la fruta podrida del Mercado de Abasto,
Y ese aire cálido y nauseabundo
De la ciudad enferma.
De pie junto a esta playa de basura,
Mientras ratones hambrientos deambulan
Entre restos de cajas de banana,
Me reconforto por súbitos pensamientos,
Incontaminados y soberbios,
Que vuelven a incrustarse
En zonas de repliegue.
Es necesario atravesar
Etapas de larga duración,
Saber adónde llegan
Los límites de la soledad
Y la fuerza para atravesarlos.
Ahora estoy procurando vencer
Viejos escrúpulos y artificiosas enseñanzas
De mistificadores y falsos profetas
Que querían hacerme picadillo
Con la ferocidad de su fanatismo perverso.
Por un lado estoy retornando a mí mismo,
A la concentración vocacional del origen,
Que empezó a ser algo y terminó en la nada.
Por otra parte, cansado de esperar,
Dejo de contemplar las ratas
Y aquí estoy,
Intentando marchar hacia algún lado,
En las horas finales de mi exilio,
De pie junto a la playa del Mercado de Abasto.
El río Suquía, en turbios remolinos,
Continúa arrastrando la basura
Hacia el distante verdegal de las chacras.

*



SALA  IV


“El silencio de los antiguos Maestros
se hacen palabra en mi boca. Porque ha sonado
la hora de la Relatividad. Y los instrumentos
hurgadores están en nuestras manos. El día de
los símbolos ya no existe. Todo está cumplido”.

OSCAR WLADISLAS DE LUBICZ MILOSZ (Lumen)






LA IMAGEN Y LAS VOCES
Córdoba. 1974

Un pájaro trazó un círculo de fuego
Y se perdió en la niebla.
Polen de cenizas y naranjas
Para este sol de enero
En un año lejano
Que apenas reconozco.
Siento el aire que agita el oleaje
Sobre la ribera del Lago Nihuil
Y el canto áspero de las gaviotas
En medio de un desierto de algas.
Los cisnes salvajes de cuello negro
Remontan vuelo
Sobre el espejo de  aguas verdosas;
Las risas de las mujeres
Y los autos detenidos
En la penumbra de la tarde.
¿Recordás aquel día,
El picnic improvisado,
Los celos de mi mujer
Y toda mi impaciencia?
Ahora merodeo por el almacén de imágenes,
Busco una figura,
La tuya, la que aún amo,
La que quedó sintonizada a mi sangre,
Y te contemplo,
Bajo un cielo muy azul,
Apaciblemente.
Antes que la noche
Nos mezclara en su seno
Miro tu rostro
Recortado contra el humo
De un incendio de campos,
En las cercanías de El Nevado.
Escucho el sigiloso oleaje del  lago en la costa;
Miro dos anclas oxidadas clavadas en la arena,
Y me sorprende, de repente, la noche.

*
LOS PROYECTOS Y LOS SUEÑOS
Córdoba. 1974

Hubo una época en nuestras vidas
En la cual creíamos que era suficiente
Un poco de valor y un tiempo breve de lucha
Para que todo cambiara en el mundo.
Esto sucedió entre la adolescencia y la juventud
Cuando nuestra predisposición era absoluta,
Cuando teníamos la indiscutible certeza
De que todo individuo, hombre o mujer,
Mayor de cuarenta años,
Era un viejo caduco, un traidor.
Era feliz de la amistad,
Los libros,
Los largos paseos en bicicleta
Y las palpitaciones del sexo que nacía
Junto a las ideas transformadoras.
Y así surgían esos grupos
Donde se mezclaba Tarzán con Juana de Arco,
Hitler con D’Artagnan,
Stalin y Jesús,
Robespierre y Gandhi,
Lanza del Vasto y Bakunin.
En realidad, estaba toda la humanidad,
Y nosotros, sus hijos más dilectos,
Herederos de un futuro impecable,
Dispuestos a cortarle el gañote a la historia.
En aquella época
Nuestra audacia llegaba
Al límite increíble de pintar una iglesia,
Pegar afiches en los muros de la comisaría
Y desafiar los edictos que prohibían
A gente como nosotros, menores de edad,
Andar por la calle solos a la madrugada.
Veinte años después,
Los jóvenes de hoy,
Mezcla de Mao y de Pelé,
Del Ché Guevara y Mohamed Alí,
Con algo más de bronca,
Han mezclado a nuestros sueños su violencia,
Han despertado la ira de su sangre
Y se están despedazando por millares,
Por todo el mundo,
En todas las razas,
Desde Beirut a Estados Unidos,
Desde Uruguay a Angola,
Desde Irlanda a España,
Desde Portugal a…
Cuando todo se haya calmado
Y la irascible pesadilla de la violencia
Se haya ahogado en la sangre
De justos e injustos,
Sobrevendrá el período de las reflexiones
Y de las justificaciones de la historia.
Surgirán nuevos modelos y renovados héroes
Extraídos de la realidad cotidiana
Y de las historietas,
Para que cada generación,
Una con mayor sufrimiento,
Otra con menos,
Dé su paso adelante.
Vendrán hombres y mujeres
De abundantes sueños y esperanzas
Y otros que los convertirán en realidad,
Acaso con mayor fortuna que nosotros.

*

AQUÍ ESTAMOS
Córdoba. 1975

Aquí estamos, pero
¿Adónde iremos cuando se canse el aire
De ofrecernos su aliento
Y nuestro apoyo caiga
Y doblemos la cabeza
En señal de desaliento?
Miles de victorias son insuficientes
Para derramar toda esta sangre,
Y hace falta más de un hombre
Para consumar tantos crímenes.
Ahora persigo el signo de los tiempos,
Avento esta mordaz indisciplina personal
Y vuelvo a estar junto al hoyo,
Junto al desmayado semitono de los dioses.

*

ANTIGUA BONDAD QUE YACE
Córdoba. 1975

antigua bondad que yace
junto a tu desvanecido soplo
oscuro sentimiento de abandono
al noble esfuerzo del amor
eres el convencimiento de vivir
el  Árbol de mi estirpe invisible
molde de mis secretas realizaciones
mi verdadera vida te pertenece
hasta en el sueño
por ti invalido mi razón
y el peso de las cosas
desarmo mi equidad y mi armonía
vislumbro caminos destrozados
y horizontes que se hunden
aún así no arriaré
el estandarte con tu imagen
no aplacaré los lazos de mis arcos
ni el recorrido intencional de mis ansias
hasta que al fin se cumpla este deseo

*

UN NIÑO ES UN VIAJERO
Córdoba. 1975

Un niño es un viajero que viene hacia nosotros,
Se queda un breve tiempo y luego parte,
Multiplicándose hacia el futuro
En células de perfección y madurez.
Un niño es un huésped amado
Que nos reconoce apenas llega,
Se complace en compartir nuestra alegría
Y después, impaciente,
Hace sus valijas y se marcha.
Un niño es una íntima sustancia
Que vive dentro de nosotros
Hasta el día
En que la rosa dorada de su mente
Estalla en la conciencia de su ser
Y su corazón destila frutos de egoencia.
Un niño es una fecha, una instantánea,
Un doloroso punto que se fija
Y deja un hondo hueco de silencios
Cuando ya no está.

*

REGRESO A LA MORADA
Córdoba. 1975

comuniquen al espacio
que la estrella polar
ha cambiado de rumbo
y viaja dando saltos
hacia la constelación de Zartan
en la tierra el aire es polvo amarillo
y las grandes ciudades sucumben lentamente
más arriba de todo
por sobre continentes auxiliares
las reflexiones de los dioses
combinan aire y polvo
y desintegran cadenas de auras magnéticas
obedeciendo impulsos del resplandor paratómico
acaso un ave
un ganso salvaje que volara solitario
y permaneciera en ámbitos inmortales del espacio
representara la gracia y el deseo del hombre
de encontrarse con los manipuladores de la dicha
y tras desamparados cielos
descubrir universos perdidos
mundos generados por niños hambrientos
praderas salvajes amplias e incontaminadas
donde reposan restos de cohetes oxidados
que los habitantes de la tierra
enviaron allá a mediados del siglo XX
los visitadores amplifican su recorrido
sobresaltados por los descubrimientos
y fotocristalizan las imágenes
que serán transportadas
violando las disposiciones del Señor de Eú
en la quinta esfera de la galaxia Far
de regreso tardaré
todavía cinco mil años
para gozar del resplandor de la Morada.

*

ENERO DE 1940
ATARDECER  EN  FRAY  LUIS  BELTRÁN
Córdoba. 1975
A la memoria de Magdalena

sombra que aletea en mi memoria
abandonada acequia de espárragos y peces
suave aroma de pan recalentado
tu flor es suspiro de salud
quebrada arcilla en mitad de la piel
con su pulida superficie amarilla
un sol de metálicos pétalos
corona la abundancia de malvones
fruto que se rescata al exterminio
aroma del café que te  llevábamos los niños
la mediatarde apetitosa
tu trabajo
los adormecimientos de la alfalfa
los distantes oasis de la siesta
mansas figuras que flotan
en los desplegados ríos de mi sangre
tarde de verano que perdura
en el despedazado rostro del recuerdo
la amapola que crece junto al rancho
llama azul
mariposa nocturna
antigua lámpara de carburo
el acre acetileno
y el olor de tus guisos
los niños entran y salen por el patio
del arco de luz al arco de las sombras
hermana Magdalena en su cuna moribunda
tan niña
escucho risas y después llantos
frases que no alcanzo a comprender
alguien llama golpeando sus manos
¿quién es?
los perros comienzan a ladrar
la lámpara reduce su fulgor
un grupo de personas se  aproxima

*

FRAGILIDAD DE LA LUZ
Córdoba. 1985

Se insinuaba fresca la mañana;
El sol apenas refulgía. Rojo
Azafrán, sus pétalos dejaban
En el altar del campo su tesoro.

Una brisa sin prisa desplegaba
Su aroma verdegal. Sobre tu rostro,
Un ave, al cimbrar sobre una rama,
Espolvoreaba el oro del aromo.

El espacio del mundo estaba lleno
De tu proximidad; sólo faltaba
Que se tornara visible tu ternura.

Al fin me recibiste. En el seno
De la fragilidad de la mañana
Estallaba la luz en tu cintura.

*





















SALA V


“Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
A mí me enorgullecen las que he leído”.

JORGE LUIS BORGES  (Elogio de la sombra)


OPUS 13
Córdoba. 1992
                        A Margarita

¡Oh!, miel de la vida, venturosa paloma,
Sonidos de un concierto a media tarde,
Las reverberaciones de los besos,
Los adioses,
El tenue maquillaje de la mañana,
Y este venir y estar,
Este estar y partir,
Mi mano en alto, la sonrisa de mis ojos,
¡Oh!, rosas perfumadas del camino, amigos,
¿Cómo se llama este lugar?

¿Desde cuándo venimos esculpiendo
Con el rumor de nuestras voces
Esa muralla de murmullos maravillosos?
¿Es el Universo un puro sonido,
Un concierto atroz o apenas el silbido de un pájaro?
Los gritos de los niños que pugnan por nacer,
El ay del moribundo, su suspiro patético,
El fluir de los goces, el espasmo de las formas,
Las confabulaciones de dioses pequeños
En pequeños universos,
La subversión de las tonalidades,
El desorden,
La pura aquiescencia,
Un estremecimiento del ojo aletargado,
Los intentos, el salto al vacío,
La reflexión tardía, las premoniciones,
Y ese estar de nuevo aquí,
Colmado de opiniones y de sentimientos,
Por momentos dúctil y eficiente,
Con la sincronía perfeccionadora del carisma,
Altivo y espirituoso, sensual,
De manos amplias, altísimas,
Y en el extremo de mis pasos mendigo,
Espejo de penas y de brevísimas traiciones,
El balbuceo del imbécil,
Una costra de pus sobre la piel recién regenerada.

¿Dónde están mis semillas,
Los frutos de mi sangre,
Lo que ha dado sentido a mi holocausto?
¿Dónde los hijos perfeccionados
Por la meditación y el trabajo de las manos,
Por la fidelidad irrevocable
Que es signo de inclinación por lo divino?
¿Adónde se fueron aquellos cuyas lágrimas
Anticiparon la ahora de la diáspora,
El camino del hondo suplicio del destierro,
Mi nostalgia de Dios?

Esta es la confesión de quien ha conspirado,
En secreto y en público contra la Muerte,
Como un provocador profesional,
Insolente y astuto,
Un comandante de invisibles batallas,
Anotadas ceremoniosamente
En los ejercicios de la oración cotidiana;
Alguien que eligió ser y servir,
Como un perro,
A la Gran Destructora,
La Señora de las Manos de Seda,
Para obtener, a cambio de su vida,
La recompensa del amor indivisible,
Un eco perpetuo, en los mundos infinitos,
De su misericordia por todos los que ama.

¿Qué nos ha pasado?
¿Alguien ha visto un delfín ciego?
¿Adónde nos conduce esta vorágine?
¿Alguien conserva una iguana cuadripléjica,
Una calandria tartamuda?
¿Hay leproserías  para elefantes,
Campos de concentración para gorilas,
Saben de patos salvajes asesinos,
De asilos para leones dementes?
Algunos voluntarios del progreso susurran
Que ningún conejo ha pisado todavía la Luna,
Que los cerdos desconocen el uso de la computadora,
Que las especies, salvo la del hombre,
Ignoran que ya hemos enviado mensajes a las estrellas.
Y que estamos aguardando la respuesta.

¿Quién podrá controlar esta espaciosa esfera,
Este planeta Tierra,
Que aún conserva el esqueleto de las víctimas,
La risa asquerosa de los verdugos,
El estruendo de los fusilamientos,
El repentino y suave deslizamiento de la soga,
La picana, el gas, la ampolla de veneno?
Como los antílopes que huían veloces
Cuando intentábamos cazarlos en Guatimozín,
Como las truchas espléndidas
De los ríos de altura,
Como el amable deslizarse de mis manos
Sobre tus pechos perfectos,
La mente oscila
Bajo el principio de incertidumbre,
Las contradicciones colisionan
Y sobre territorios de la Historia
Se yergue la amenaza de nuevos transgresores,
Tránsfugas de inapreciable sonrisa,
Jóvenes potentes, iconoclastas, asqueados
De las superfluas y ridículas descripciones,
Las vagas teorías y el palabrerío,
El parloteo confuso de los pontificadores,
El acento en los condicionales del lenguaje,
La falta de crítica,
Las profanaciones del lenguaje,
El logo atrapado en la ciénaga de los comunicadores.
El agua de la mente se derrama en las cañerías
Y queda ciega, muere, se olvida,
Como el recién anestesiado,
Como quien acaba de morir en un accidente,
Como una vida sin propósito, sin voluntad.


Semejante a hilos de araña que separan
Bolsones de aire tibio
Desparramados sobre la luz de los viñedos,
Parecido al aire que corta a trozos
Los aromas del pan y de la carne asada
Con el presentimiento de la noche,
Vamos de un lugar a otro,
Confundidos por las desigualdades,
Por las asimetrías del mundo real
Para quedarnos, de pronto, prisioneros
De nuestras propias ofrendas,
Sin saber por qué hemos realizado tantos sacrificios.
Por eso hemos vuelto nuestra mirada,
Hemos plegado nuestros estados de conciencia,
Hemos recorrido un sendero desconocido
Hasta encontrar la casa rodeada de olivares
Donde vive Don Juan, el curandero,
Un bello anciano, de ojos azules, transparentes,
Que entra y sale a voluntad de un mundo a otro,
Recibiendo y sanando a ingenuos y enfermos,
A soberbios de sonrisa estúpida,
A políticos curiosos y especuladores financieros,
Que fueron y volvieron una y otra vez
Por el mismo camino de altos álamos,
Sin descubrir que todo es un juego malabar,
Que el futuro, si es descubierto,
Se troca de inmediato en su contrario
Y vuelve a  ser lo posible desconocido:
El malestar que a cada generación sorprende,
Esa estación de trenes en la que nunca descendemos.

¡Oh!, miel de la vida, venturosa paloma,
Sonidos de un concierto a media tarde,
Las reverberaciones de los besos,
Los adioses,
El tenue maquillaje de la mañana,
Las vacilaciones,
El tiempo de espera debe ser suprimido,
Los fasos intermediarios eliminados,
¿No es así, bondadosa enseñanza, dignísimo trino,
Lengua felicísima
Que pronuncia las claves del misterio?

Quiero apartar de mí el cáliz de la noche,
Las voces agrias, los insultos,
Y quedarme en la vasta
Y silenciosa armonía de la soledad,
En la excitante propuesta del desvelo,
Lo que ya estoy por descubrir
Bajo los pliegues de tu blusa,
¡Oh!, rosas perfumadas del camino, amigos,
¿Qué son esos sonidos, esas voces exaltadas,
Esas risas que provienen de una alegría sencilla,
Los ladridos de un perro
Junto a los pasos de un desconocido?
¿Cómo se llama este lugar?

Esta es la región del Universo llamada Mundo,
En el rico esplendor de un Nuevo Medioevo,
Donde aguardamos el cumplimiento de las promesas
Que hicieran los Santos Maestros:
La resurrección del cuerpo y del alma,
Es decir, la muerte de la Muerte,
Y el amor que me tienes prometido,
Un vino blanco, fresco, en la tarde de verano,
El olor de la salvia y el romero,
El tiempo que aún nos queda para gozar,
Para regocijarnos en la reciprocidad
De nuestra desesperada búsqueda.
¡Oh!, vida maravillosa,
Dichos quienes lean la historia de estos tiempos,
Y comprendan la complejidad
De nuestras maquinaciones,
Lo difícil que ha sido desprendernos
De nuestra voluntad de vivir,
Para que ellos, ustedes,
Los que están por llegar,
Beban el vino voluptuoso
Y disfruten  el júbilo salvaje de la predestinación.

Completo mi círculo y me admiro
De mi obstinación y de mi canto,
Del modo que aún tenemos de observarnos
Con curiosidad, con vaga opalescencia.
El instrumento del silencio como virtud,
Como secreto de una rigurosa disciplina,
La armadura que guarda y protege los dones,
El poder que patrocina a los recién llegados
Y el desenvuelto discurso de los mayores,
Los guías, los constructores,
Los que tienen el resplandor de la gracia
Que otorga la renuncia;
 Y las mujeres de majestuoso porte,
Calladas y de mirada espléndida,
Con ojos semejantes a los de la gacela preñada,
Hembras consagradas,
Hieráticas y de boca dulce,
Eficientes y caudalosas.
Ellos son los anunciadores
De lo que está por suceder,
Los que podrían explicar esta genial conspiración
Y elevar los himnos de un nuevo Bhagavad Gita,
Porque ya no hay nada más que hacer,
Nada que sea superior
Al instrumento impecable de la vocación
De quien, asistido por una obediencia irresistible,
No tiene otra tarea que hacer sobre la tierra
Que participar en la última batalla
Donde lo único que tiene que morir es la Muerte.

Bondadosa enseñanza, dignísimo trino,
Lengua felicísima
Que anuncia las claves del Misterio,
Asunción, Estrella de la Mañana,
Un gran Sol Amarillo alumbra mis pies,
Mis llagas de un millón de años,
Mi puño en alto, la sonrisa de mis ojos,
Este venir y estar,
Este estar y partir,
Colmado, plenipotente,
Y sin embargo, el último de todos,
El conspirador, el espía,
El recién llegado, el desafiante,
El que surte de especias el mercado del gozo,
El que cubre con su hálito a las muchedumbres
Para despejar con su palabra la melancolía,
El portador de ofrendas y recompensas,
El peregrino solitario y arisco
Que vuelve de su exilio
Transformado en espejo
Donde los Otros puedan contemplar
Lo mejor de sí mismos,
El que protege con su juramento
La Puerta que conduce al Manantial,
El que sostiene el estandarte del León,
El Hijo del Fuego.


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